jueves, 12 de julio de 2007

PALOMO




Por Lorenzo Escalante.






El Palomo era corriente, blanco y adicto al azúcar. Todas las noches cenaba su concha, ya que si no lo hacía, aullaba hasta que despertaran todos los vecinos. O le arrojáramos azúcar a su plato, lo que ocurriera primero.
Mamá siempre nos mandaba por la concha y al principio íbamos solos por ella, ya en la casa se la arrojábamos al hocico; después, con el tiempo, hacíamos que nos acompañara a la panadería, ya allí, después de saborearnos la parte azucarada, le lanzábamos el resto.
Mamá nunca se dio cuenta y si lo hubiera hecho nos hubiera apaleado, y es que cuando regresábamos de la panadería, siempre contábamos como el animal había devorado su pan y ante nuestro propio azoro veíamos como hasta el propio Palomo nos creía.
Palomo murió de muerte natural, naturalmente lo matamos, después de que durante años nos arrancó el pan de la boca.
Nosotros lo planeamos todo, lo llevamos a la panadería como de costumbre y ya allí le lanzamos toda la concha, no sin antes rociarla con veneno de ratas que robamos del ropero, ese que mi abuela tanto quería. Él empezó a retorcerse allí mismo, y ya que no se movía, con un lazo lo jalamos hasta el baldío, el que está atrás de la casa del Gerardo.
Así fue como pudimos saborear concha entera varios días, hasta que después de tantas faltas ya no pudimos justificar su ausencia, y el perro un buen día se perdió, eso le dijimos a mamá, ella, yo y el resto de mis hermanos lo buscamos por todos lados; claro, no aparecía, aunque una semana después lo hizo, pero muerto en el baldío detrás de la casa del Gerardo. Mamá lo descubrió cuando al pasar por allí le llamo la atención un olor muy feo que despedía el lugar y algo blanco que se veía al fondo del lote, Madre lloró mucho ese día por Palomo, y nosotros, naturalmente, también lo hicimos.
Dicen que fue La Doña bruja la que lo mató y nosotros creemos que sí, ya que es una vieja vengativa. Una vez mordió a uno de sus hijos y varios fuimos testigos de cómo lo amenazó de muerte. Ya desde esa vez sólo migajón le empezó a tocar al pobre perro.

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