miércoles, 18 de julio de 2007

UN AMERICANO EN LA CIUDAD DE MÉXICO



NOTA:
A quien lee este blog:





Creado por treintañera y soportado por treintañeras ideas, na más no veo dónde están aquellas ideas que deslumbrarían por ser de quienes nacieron entre el 67 y los 79...


Lorenzo y una servidora damos cuenta de llenar con palabras e ideas este espacio. Já! Creo que la timidez y el riesgo a perder, ocultan sus talentos, treintañeros lectores. En fin!


Disfruten este cuento.






Cuento dedicado a la tarde lluviosa y a una coneja que amo...Pilar Quiriz, dueña de los sueños del conejo.

Por Lorenzo Escalante García.





Vengo por razones normales para mi, irresponsables para la gente que conozco, nadie o casi nadie, esta de acuerdo que alguien después de los treinta años dedique casi todo su tiempo a tomar café y a leer escasamente, para el colmo en el mismo café, pero a mi me vale, a mi lo único que no me gusta es lo predecible que se puede volver uno cuando se regresa al mismo lugar y a la misma hora... “americano grande señor”, pero el problema es como sobrepasar la flojera de ir mas allá. Cualquiera pensaría que se asiste a los cafés con el entendido de encontrar a alguien, y aunque suele pasar, en mi caso es sólo pasarme el tiempo en otro lado, porque yo en el café he encontrado y he perdido como cualquiera, aquí me he venido de pinta en lugar de ir a chambear, aquí he estado triste, alegre, desesperado, rubicundo.
De principio asistía por el puro gusto de ver a las meseras, había una guera de pelo rubio que parecía ser la dueña, muy bonita, de piernas largas y carnosas, en fin un cuerpo rico, pero muy indiferente, durante meses vine sólo por ella y aquí me quede, después me gusto la administradora, chaparrita, pelo rizado, bonita cara, mejores nalgas, pero al final no paso nada y lo único que pude sacarle fue un hola comprometido, ah porque esa es otra de mis aficiones, entusiasmarme con mujeres que sólo en mi silencio saben que me gustan y con las que no pasa absolutamente nada, por cierto, el otro día pude haber logrado mi primer ligue después de varias miradas cruzadas y turbadoras, pero al final del coqueteo de una muchacha de caderas carnosas y sonrisa encantadora todo termino con un... “provecho”. Creo que he tenido mejor suerte con las viejitas, las cuales a la menor provocación se me acercan con sus platicas lánguidas y descubrimientos sobre la eterna juventud, confesiones sobre las bondades del té de manzanilla y el nopal en ayunas para la buena salud no faltan.
Aquí hay de todo, pero mas parroquianos solos que no tiene otra cosa mejor que hacer, aquí esta el doble de Toledo el artista plástico, por lo menos en la actitud nerviosa, es dibujante diría que no malo, pero desgraciadamente gasta mas tiempo en posar al artista en el café que en dibujar. Este lugar como todos tiene su loca particular y su niño de la calle, la loca a veces aterriza en la explanada de enfrente y mantiene mi atención con sus gritos desaforados, llenos de rabia y totalmente fantásticos, es totalmente indefensa pero a veces arremete con quien le recuerda su pasado, ya una vez espanto a una parejilla. Del chavo de la calle poco puedo decir ya que aunque siempre anda por aquí, sólo atiende su negocio y busca constantemente charolear a quien se sorprenda con su historia cada día mas miserable.
Sospecho que después de tanto tiempo de seguir sentado vendrá el predecible...“otro joven” y yo diré sí, por cierto, me intriga mucho que pensaran los empleados de mi, veo que no siempre me miran igual y aunque siguen siendo escasas las pabras que he intercambiado con ellos, creo es suficiente para lograr por lo menos un mal apodo, o será que sólo seré un ingreso mas, pero si me dicen, seguro me dirán el pinché raro, el joven o mas cruel, el gordo mamón, espero que si tengo apodo por lo menos me pongan el que mas me gusta... el loco del americano grande.


* Foto de Gon%alo Borges. Derechos reservados.

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