viernes, 19 de octubre de 2007

HISTORIAS LABORALES


Hoy pensaba que hace casi 12 años comencé a laborar.
Estuve un año desempleada. Tal cual, un año. Así que, digamos que llevo casi 11 años trabajando.
Hoy me siento insatisfecha e incompleta. No es una historia de nadie, más que mía y algunas veces me abofeteo cuando no reconozco lo que he hecho y lo que he ganado. Incluso, ahora con un nivel de desempleo mayúsculo, que se vuelve insoportable conforme se acerca el fin de año; a veces se me olvida agradecer que tengo un trabajo.
Uno pasa en su historia laboral por aprendizajes que son también vida misma. Sólo quien no distinga entre golpes y azotes, sabe que los trabajos nos procuran desde desazones hasta enfermedades, pasando por pasiones y por olvidos.
Hoy tengo 34 y veo que mi cuerpo y mi mente demandan aspectos que a mis 22, cuando inicié mi historia laboral, ni siquiera eran pensados. Desde el pensamiento de qué voy a trabajar cuando envejezca, si viviré para necesitar de un trabajo, si tendré seguridad social. Si el estudiar psicología me permitirá vivir, oiganme: decentemente... Uff! Lo que más me importaba antes era saber si me alcanzaba para ropa, zapatos, perfumes... Hoy analizo la calidad de la ropa, lo caro de los perfumes y lo poco que les dura el tacón a los zapatos!

También está en si te independizas o no. Y pienso que necesito más cooperación de mis aliados que soy yo, mis capacidades y habilidades. No cuento con mejor recomendación que eso. Y no pienso ser amiga de Slim o de Barraza. Primero los principios! Já!

También lo está en si mi camino laboral lo habré de recorrer viviendo sola o acompañada. Los gastos serían dobles pero más llevaderos. Ahora no sé de qué estamos hechos para correr el riesgo de contar con el apoyo o la manutención de alguien o mejor sola que mal acompañada. Vaya dilema.

Tampoco pretendo dar las nalgas o acostarme con alguien para tener un mejor puesto. Y eso lo digo porque, de verdad, las mujeres nos ponemos más ricas con los años. Y no, prefiero seguir como estoy. Caray! ¿Eso lo hará más o menos difícil?

lunes, 3 de septiembre de 2007

PREGUNTAS AL AIRE


¿Por qué los de treinta queremos tener en lugar de ser?

¿Por qué no me caso y me lleno de hijos?

¿Por qué pienso seguir trabajando hasta que tenga 65 años?

¿Por qué lo que se me antoja, ya se me comienza a ver ridículo? ¿Y ridículo para quién?

¿Por qué ahora es cuando más miedo me da crecer?

¿Por qué no tengo un trabajo de gerente, un auto del año y cero deudas?

¿Por qué no he aprendido a valorar lo grandioso de ser lo que soy?

¿Por qué siento que enfrento mucho en lo que no debería y me escabullo en lo que sí?

¿Por qué me he olvidado de bailar?

¿Por qué he sido tan ambiciosa y no he logrado lo que he querido?

¿Por qué es ahora cuando me doy cuenta que la discreción hace el paso más seguro?

¿Por qué amo a un hombre que me trata de forma maravillosa con mis treintaytantos años encima llenos de intolerancia y caprichos?

¿Por qué mi mamá no esperó a que yo tuviera 70?

¿por qué el narcisismo asoma con cada una de estas preguntas?

¿por qué no me quiero contestar nada de esto el día de hoy?

miércoles, 18 de julio de 2007

UN AMERICANO EN LA CIUDAD DE MÉXICO



NOTA:
A quien lee este blog:





Creado por treintañera y soportado por treintañeras ideas, na más no veo dónde están aquellas ideas que deslumbrarían por ser de quienes nacieron entre el 67 y los 79...


Lorenzo y una servidora damos cuenta de llenar con palabras e ideas este espacio. Já! Creo que la timidez y el riesgo a perder, ocultan sus talentos, treintañeros lectores. En fin!


Disfruten este cuento.






Cuento dedicado a la tarde lluviosa y a una coneja que amo...Pilar Quiriz, dueña de los sueños del conejo.

Por Lorenzo Escalante García.





Vengo por razones normales para mi, irresponsables para la gente que conozco, nadie o casi nadie, esta de acuerdo que alguien después de los treinta años dedique casi todo su tiempo a tomar café y a leer escasamente, para el colmo en el mismo café, pero a mi me vale, a mi lo único que no me gusta es lo predecible que se puede volver uno cuando se regresa al mismo lugar y a la misma hora... “americano grande señor”, pero el problema es como sobrepasar la flojera de ir mas allá. Cualquiera pensaría que se asiste a los cafés con el entendido de encontrar a alguien, y aunque suele pasar, en mi caso es sólo pasarme el tiempo en otro lado, porque yo en el café he encontrado y he perdido como cualquiera, aquí me he venido de pinta en lugar de ir a chambear, aquí he estado triste, alegre, desesperado, rubicundo.
De principio asistía por el puro gusto de ver a las meseras, había una guera de pelo rubio que parecía ser la dueña, muy bonita, de piernas largas y carnosas, en fin un cuerpo rico, pero muy indiferente, durante meses vine sólo por ella y aquí me quede, después me gusto la administradora, chaparrita, pelo rizado, bonita cara, mejores nalgas, pero al final no paso nada y lo único que pude sacarle fue un hola comprometido, ah porque esa es otra de mis aficiones, entusiasmarme con mujeres que sólo en mi silencio saben que me gustan y con las que no pasa absolutamente nada, por cierto, el otro día pude haber logrado mi primer ligue después de varias miradas cruzadas y turbadoras, pero al final del coqueteo de una muchacha de caderas carnosas y sonrisa encantadora todo termino con un... “provecho”. Creo que he tenido mejor suerte con las viejitas, las cuales a la menor provocación se me acercan con sus platicas lánguidas y descubrimientos sobre la eterna juventud, confesiones sobre las bondades del té de manzanilla y el nopal en ayunas para la buena salud no faltan.
Aquí hay de todo, pero mas parroquianos solos que no tiene otra cosa mejor que hacer, aquí esta el doble de Toledo el artista plástico, por lo menos en la actitud nerviosa, es dibujante diría que no malo, pero desgraciadamente gasta mas tiempo en posar al artista en el café que en dibujar. Este lugar como todos tiene su loca particular y su niño de la calle, la loca a veces aterriza en la explanada de enfrente y mantiene mi atención con sus gritos desaforados, llenos de rabia y totalmente fantásticos, es totalmente indefensa pero a veces arremete con quien le recuerda su pasado, ya una vez espanto a una parejilla. Del chavo de la calle poco puedo decir ya que aunque siempre anda por aquí, sólo atiende su negocio y busca constantemente charolear a quien se sorprenda con su historia cada día mas miserable.
Sospecho que después de tanto tiempo de seguir sentado vendrá el predecible...“otro joven” y yo diré sí, por cierto, me intriga mucho que pensaran los empleados de mi, veo que no siempre me miran igual y aunque siguen siendo escasas las pabras que he intercambiado con ellos, creo es suficiente para lograr por lo menos un mal apodo, o será que sólo seré un ingreso mas, pero si me dicen, seguro me dirán el pinché raro, el joven o mas cruel, el gordo mamón, espero que si tengo apodo por lo menos me pongan el que mas me gusta... el loco del americano grande.


* Foto de Gon%alo Borges. Derechos reservados.

lunes, 16 de julio de 2007

CADAVER EXQUISITO


ULTIMA PARTE
III


Celso quedó en topar más tarde a la bandota en el bar de la Titania, una bodeguita en la que sí tocaban rocanrol, pero estaba destinado a la desolación porque se ubica en el mero garibaldi, terreno vernáculo por excelencia. –sale bandota, reviéntese en la Titania, ahí le caigo más al raun. –pinche Ceslo, na´mas no llegas cabrón.
Celso ya había andado algunos pasos y sólo movió circularmente las manos como enrolando los reclamos de su cuate. Porque el bandota era su cuate, aún cuando Celso lo considerara primitivo en sus ideas y aferradamente rocanrolero. Una especie de ortodoxo irreductible de la vestimenta y devoción roquera. Sólo había dos vías para el bandota, pensó: O te gusta el rock o eres puto. Sonrió complaciendo esa ideología y dio vuelta en la calle de Brasil para andar esas callejuelas que cimbran los huesos de quien las camina. Cortó camino por una vecindad de dos salidas para llegar más rápido a la Conchita. La plaza surrealista nutrida de personajes dantescos y de la que centurialmente brotaban jazmines de asfalto como Diana, alias la flais.
Celso se sentó en las escaleras que daban al portón de la iglesia y ahí encendió su cigarro. Se tocó los huesos para comprobar que estaba vivo. Le parecía una condena regresar siempre a la Conchita y releer ahí la carta de la flais. Volvió a tentar el sobre para evocar esa fina cara en forma de cuchillo.
El recuerdo de lo que había empezado en esa misma plaza unos años atrás, arribó puntual a la cabeza de Celso, como cada vez que evocaba a Diana o la flais o Fidelia o como sea que se haya llamado.

El corazón se aceleró cabalgando al pasado, a ese momento en que La conchita todavía no era el basurero humano de hoy, cuando él mismo, pero unos años menos viejo, había fracasado en la lectura de sus poemas en el café bohemio de la avenida Juárez. Había salido abucheado y encolerizado. Escoltado de camaradas que le propinaban caricias verbales que intentaban animarlo y atenuar su pesadumbre: -“pinche gente ignorante, no los peles cels, cuando a esos imbéciles les dicen poesía, no saben más que de Benedetti o Sabines. Tus textos son más densos y roen el alma”-
Esas palabras eran de Elva, incondicional amiga del Cels. Fue quien más se aferró a acompañarlo esa noche, porque lo veía muy pedo y apesadumbrado por el fiasco del evento en el café. Elva le aguantó el paso hasta Bellas Artes, ahí se dio por vencida y le dio su bendición con la copa de vino que había sacado del evento –estás cabrón Cels, me preocupas, pero no soy tu madre, ahí te ves.- Se dio vuelta y vio la figura desgarbada de ese poeta abucheado atravesar torpemente el Eje Central. Lo miró maldecir a los mariachis quienes respondían mentándole la madre.
Increpaba a los mariachis porque decía, eran más putos que las putas. Se prostituían cantando pendejadas sin respetar la esencia del folclor. Gritaba voz en cuello, ¡-honren a José Alfredo, hijos de la chingada! ¡Ése sí era un gran poeta, culeroos!. Al terminar de decir poeta, se le ahogó la palabra. Se sintió sin autoridad para hablar de poesía, le reverberaban las risas y los pasos de la concurrencia que hacía unos momentos abandonaba el café bohemio. Llevado por la frustración, estrelló la botella de vino contra las cortinas del Taconazo Popis y caminó como zombi hasta recobrar conciencia de que estaba sentado en las escaleras de la iglesia de una extraña plaza.

Eran las mismas escaleras en las que ahora fumaba su cigarro sin saber qué lo había llevado hasta ahí este viernes extraño, lleno de simulaciones y escapes al vacío del olvido. Este viernes que se había planteado reventar en pedazos.
Al liberar la ceniza del cigarro, se miró la cicatriz que en la mano le había quedado como resultado de aquel botellazo a la cortina de la zapatería.

Recordó que ese lejano día del poeta humillado, mientras se chupaba la mano para limpiar la sangre, se tendió a lo largo de las escaleras resoplando la peda que traía e intercalando improperios al mundo.
Sin percibir el paso de las horas, estuvo tirado hasta que sintió que estaba rodeado por una bandita de cinco rapaces, cuatro hombres y una chava que sobresalía de los demás. Resaltaba no solo por su género sino por cierto encanto que vibraba con solo tenerle cerca. Los pillos lo veían jocosamente.-ya valió madres-, vaticinó el Cels al tiempo que lo basculeaban.
-No trae ni madres,- decían entre jalones a la gabardina y zapes a la cabeza. La única mujer de la banda, diestramente con sus dedos afilados y cadavéricos le tumbó el reloj. Al revisarle la bolsa trasera, le extrajo un cuadernillo de color verde. Era el cuadernillo de los poemas que recién había leído en el café: “Galería escorial” leyó ella trabajosa y pausadamente, volteando a ver a Celso a los ojos.

Galería escorial era el título de ese libraco de poemas con el que Celso intentó aquella noche magra abrir el mundo de sus ideales literarios. Ahora recordaba que no sólo era el poema que le dio título al cuadernillo, Galeria escorial también fueron las primeras palabras que le escuchó decir a la flais esa madrugada, en que ella con los gavilanes que la acompañaban, intentaron atracarlo.
Una profunda melancolía le invadió el alma. Celso no necesitó volver a palpar el sobre que traía en el saco, para que se le adelgazara el corazón. Bastó con evocar la noche en que se despidió la flais, o Diana o Fidelia, o como quiera que se haya llamado, porque lo que importaba ahora, era que ya no se llamaba. Para Celso todo se reducía a esa carta triste y el recuerdo del atraco fallido, desenlazado en amor hecho trizas.

Como hemorragia, le llegaron una a una las palabras de ese poema que en ese entonces escribió solo por desgarrar el papel, suponiendo sin sentir auténticamente, un amor piadoso. Ahora cerraba el círculo experimentando en carne propia las agujas que ese escrito intentó, infructuosamente, transmitirle a la audiencia del café bohemio:

Galería escorial

El viento enmudece el color de tus ojos.
El calor de tu cuerpo me observa desde un lugar como burlándose de la lejanía
En el color de tus labios adivino la ausencia de mi boca
En la piel del cielo dibujo con mi dedo tu cuerpo.
La lluvia oculta mi llanto.

Pesa sobre mi cuerpo el asco que siento en estos momentos por mí.
Tu silencio me aturde más que los programas de televisión
En el dolor de mis huesos yace el desamor de tu delgada figura a mi cama.
Te beso y me estremece la certeza que en poco tiempo la lámina que sostengo en mis manos terminara por descomponerse.

Celso volvió a ser víctima de la autopista en que a veces se convertía su mente, pensó ráfagas que le flagelaban las entrañas: Cómo adivinar lo que hay detrás de las palabras, cómo recuperar el halito de la muerte, cómo confundir la muerte con el amor, como confundir a los demás con nuestra extrema felicidad, qué es una mujer, un cuerpo, un rostro o sólo una esencia. Por qué la mano de la flais tocó mi poema, por qué mi poema tocó a la flais antes de conocerla, por qué su grupo de gavilleros tuvo que encontrarme en ese momento, cuando lo mejor habría sido desaparecer de la tierra, por qué todos ellos parecían eso … una galería escorial.
Las lágrimas se fueron secando del rostro de Celso y tras dar un suspiro largo y renovante, recordó súbitamente que sus camaradas lo esperaban en el bar de la Titania, se levantó de su estertor y siguió su camino.

Cómplices de este zafio libelo (por orden alfabético)
Lorenzo Escalante
Joaquín Torres
Octubre del 2005

* FOTOGRAFIA DE GON&ALO BORGUES. DERECHOS RESERVADOS.

viernes, 13 de julio de 2007

PARA SUS OJOS




FOTOGRAFIAS DE MR. TOLEDANO. DERECHOS RESERVADOS
SE UTILIZAN SÓLO PARA COMPARTIR CON LOS QUE YA CUMPLIMOS TREINTA O MÁS.

REGALITO DE VIERNES PARA LOS DE TREINTASYMÁS Y PARA AQUELLOS QUE ALCANCEN A VER SU PROPIA REALIDAD...ACOMPAÑENLA DE SUEÑOS Y POSIBILIDADES...


CADAVER EXQUISITO



PARTE II DE III...




AQUI CABE HACER UNA ACLARACIÓN...BUENO, DOS. LA PRIMERA ES QUE EL DICHOSO TITULO DE "EL AMOR PUDRIÉNDOSE POR LAS CALLES" QUE COLOQUE HACE UNOS DIAS, ES ÚNICAMENTE LA PRIMERA PARTE DE CADAVER EXQUISITO Y NO EL TITULO QUE COMPONE EN REALIDAD LA HISTORIA. Y DOS, NO LA CONFORMAN NUEVE, SINO TRES PARTES.




...LUEGO NO ME PREGUNTEN DE DÓNDE SACO LAS IDEAS...




UNA SONORA RECHIFLA PA MI, Y UNA DISCULPA A QUIENES ESCRIBIERON LA HISTORIA...JÁ! Y OTRA A QUIENES NOS LEEN...NOS LEEN?????????




PILARIKA






Por Lorenzo Escalante y Joaquin Torres


II

Parado en la puerta del baño Guzmán charlaba con la Dalila, una vestida del treinta y tres que le caía todos los fines de semana. Bien arreglada, sí daba el gatazo, porque tenía facciones finas y le ayudaba no andar hasta su madre, porque en cuanto se ponía piedrosa, le brotaban los ademanes de machín y hasta se sentaba rascándose los huevos. Su éxito también descansaba en los pechos que se pagó gracias al talón que inició a temprana edad. Guz algo le decía al oído pretextando el ruido de la rocola para acercarse, Dalila escuchaba atenta y después asentía con la cabeza y con el índice sonriéndole al Gumaro, quien fiel a su costumbre ya se había puesto color tomate.
-Estoy pensando irme a trabajar a Veracruz, decía Dalila recargada esperando a que Guzmán le encendiera el cigarro. Soltando el humo remataba, -aquí ya hay mucha competencia, y no hablo de la putería porque esa donde quiera hay, me refiero a mi chamba de estilista, porque yo sí soy una profesional de esto.
-¿de la putería?- preguntó distraídamente Guzmán.
-Nooo. Como estilista, bueno de la putería también. Okey chiquito, déjame miar.
Dalila se adentró en el baño y Guzmán se quedó recargado junto al calendario. Volteó a la mesa de sus compas y los vio clavados en una discusión más. Miró su botella vacía y se dirigió a la mesa para renovar el combustible.
- Ya no se claven- les dijo mientras abría la chela golpeándola contra la mesa, lo cual le daba más seguridad.
-¿Qué transa, ya le llegaste al precio a la Dalila o te prestamos un lana?- decía el bandota mostrando su cartera que llevaba una gran cadena fijada a la hebilla.
-Nel, si na´más estábamos platicando, a mi me gustan las viejas, wey.
¿Y Dalila, qué es? Preguntó Celso mientras giraba el cenicero, - eso es una mujer.- se contestó él sólo. –Se viste como mujer, habla como mujer, camina como mujer, huele como mujer.
-Si huele a pollo y sabe a pollo... es de pollo.- cantó Guzmán recordando un viejo eslogan televisivo.
El bandota posó su mano en medio de la mesa, “no mamen, -reclamó- esas viejas tienen trompa, aunque parezcan lo que parezcan. Algunas estarán muy buenas, pero es artificial, además a lora de lora, ¡toma tu chóstomo!”
- Bueno wey, pero lo que importa es la representación que te haces, cuántos machines se quedan clavados con la imagen de un forrazo y les vale madre si tienen trompa o no-. Celso argumentaba mientras manoteaba al aire. -Además, te aseguro que cualquier carnal que se meta con ellas, se viaja en que es una mujer y cuando se la están felatiando (le gustaba usar esa palabra), la goza sin prejuicios genitales, lo que ves es lo que importa, no la realidad que subyace-.
El bandota se llevó ambas manos a la cabeza -Cálmate Cels, no te pongas denso, aquí no aplican tus choros mareadores, la ñonga es la ñonga- y al que le laten los putos, le atora; vengan como vengan envueltos.
-Ese es otro pedo-, replicó Celso, la onda es que les lata, si les gusta así ¿cuál es la bronca?

El Guzmán los veía discutir. Pensaba en lo ajeno que era para Celso y el Bandota ese tema. Sostenía con sus dos manos la chela, dándole pequeños tragos de cuando en cuando. Sabía que sus cuates no iban a entender que a él le excitaran las vestidas, y que, de igual manera, le gustaran las mujeres. Recordaba la primera vez que había visto una vestida en el cine Atlas, cuando iba en la secundaria. Ella estaba paseándose entre los carteles que se exhibían cerca de los baños y volteaba insistentemente a ver a los asistentes que entregaban su boleto para entrar. En su inocente pubertad, Guzmán y sus cuates pensaron que era mujer, así que esperaron a que entrara a la sala para irse a sentar una fila detrás. Ella lo notó y durante la función echaba los brazos atrás para alcanzar a tocar la cabeza de alguno de ellos; la cabeza que tocó, fue la de Guzmán. Le acarició el cabello y le propinó un jalón fuerte al final, lo cual lo excitó sobremanera. Guzmán nunca podrá olvidar el momento en que decidido, se pasó por debajo de los asientos y revolcándose entre las sustancias pegajosas del piso, llegó hasta la butaca contigua de esa misteriosa mujer. (Acto que, años más tarde él sabría, le ganó la admiración de sus cuates). Sin que mediara palabra, ella ya había tomado la iniciativa y se dirigió sin escalas al miembro del gumarito, cuyo rostro, sobra decirlo, estaba ya más rojo que la alfombra del cine. Los minutos que siguieron se enmarcaron en las notas musicales más tenues que Guzmán haya escuchado, aún cuando en realidad no existiera música en ese momento. El recuerdo era vívido y siempre que evocaba esa imagen del cine Atlas, Guzmán terminaba con la imagen del momento en que posó su mano en la pelvis de la vestida del cine y se encontró una erección, que dadas las circunstancias, le pareció de dimensiones apoteóticas. La imagen se difuminó y Guzmán seguía sosteniendo la botella con ambas manos como si fuera un souvenir del viaje mental que se había aventado.
Escucho la voz del bandota.
-Guzman, ¿qué estás sordo o que chingados, qué si pedimos la otra cubeta, wey?. Llevas como media hora con esa chela-.


Uno sabe donde empieza pero no donde termina. Celso había empezado en unos tacos y ahora qué, ¿seguir chupando? Ese era el dilema, sabrá Dios. Ya una vez había escuchado a Don Panterita decir que cada quien escogía como vivir, y aunque esa vez se refería a otra cosa, esa máxima había hecho mella en el portón mental del Celso, quien con estos pensamientos de caracol se entretenía mientras la cerveza seguía jugando en su garganta. Don panterita, ¿de qué juego de la memoria habrá surgido?, tendría como seis meses que la calaca le había cobrado todas las facturas, y lo único que había dejado era huérfanos y un estilo de vida que el Cabeca, su hijo, había hecho suya.
Al final de cuentas la vida es así, corre y corre como la cerveza y deja, a veces no deja absolutamente nada bueno. Vaya que traía un buen viaje el Celso, de esto no sólo se habían dado cuenta sus compinches de esa noche, también él lo sabia, había quedado así desde la mañana del desafuero, o tal vez desde antes, -que mamadas-, había dicho el bandota con su mentalidad rupestre robustecida por dotaciones diarias de televisión y el exceso seguramente de mala mota, pero bueno, cómo convencer al bandota que todo su mundo se reducía a la Frater, el Guzmán y sus grupos de rock, cuyo cantante lo hacia como si se la estuviera metiendo un negro sin lubricante. ¿Cómo convencerlo que esos hijos de su puta madre otra vez habían hecho de las suyas?, -puta madre- y lo que mas encabrona, es que cuates como el bandota hay por montones, que siempre que sale el tema político salen con su “de todas maneras nos la va a meter quien llegue”, -¡puta!- y tu encantado buey, le había revirado; pero quien sabe a lo mejor el bandota tenia razón: ¿qué caso tenía?
Pero ya estuvo suave de tanto agüite se dijo el Cels, mientras acariciaba la carta que seguía atesorando en la bolsa del saco, casi como una caricia prometida.
¿Otra cubeta patrón? – ¿eh? sí, no mamen, no habíamos quedado ya cabrones refunfuño el cels quien regresaba de ese como trance en el que estaba metido. Es que te clavas compa, o que sí no esta chido mejor nos movemos a otro ladero, contesto de algún lado el Bandota.
-La neta es que ya me cagó este lugar compa y usted está chido.
-Nel yo tengo ganas de escuchar Rock and roll, ¿y tu Guz?.
-Yo me espero un rato, si quieren los alcanzo después.
-Puto si estas esperando tu envase,
-Ya vas de nuez bandota, déjalo, total si le late la Dalila, es su pez.
-¿Cámara y las chelas? pus ahí que se las chinguen, total de todos modos va a pagar el Guzmán.
-No mamen dejen siquiera para la propela.
-Cámara bandota te toca
-¿Otra vez?
-Oh, usted póngase, yo me pongo después.

jueves, 12 de julio de 2007

PALOMO




Por Lorenzo Escalante.






El Palomo era corriente, blanco y adicto al azúcar. Todas las noches cenaba su concha, ya que si no lo hacía, aullaba hasta que despertaran todos los vecinos. O le arrojáramos azúcar a su plato, lo que ocurriera primero.
Mamá siempre nos mandaba por la concha y al principio íbamos solos por ella, ya en la casa se la arrojábamos al hocico; después, con el tiempo, hacíamos que nos acompañara a la panadería, ya allí, después de saborearnos la parte azucarada, le lanzábamos el resto.
Mamá nunca se dio cuenta y si lo hubiera hecho nos hubiera apaleado, y es que cuando regresábamos de la panadería, siempre contábamos como el animal había devorado su pan y ante nuestro propio azoro veíamos como hasta el propio Palomo nos creía.
Palomo murió de muerte natural, naturalmente lo matamos, después de que durante años nos arrancó el pan de la boca.
Nosotros lo planeamos todo, lo llevamos a la panadería como de costumbre y ya allí le lanzamos toda la concha, no sin antes rociarla con veneno de ratas que robamos del ropero, ese que mi abuela tanto quería. Él empezó a retorcerse allí mismo, y ya que no se movía, con un lazo lo jalamos hasta el baldío, el que está atrás de la casa del Gerardo.
Así fue como pudimos saborear concha entera varios días, hasta que después de tantas faltas ya no pudimos justificar su ausencia, y el perro un buen día se perdió, eso le dijimos a mamá, ella, yo y el resto de mis hermanos lo buscamos por todos lados; claro, no aparecía, aunque una semana después lo hizo, pero muerto en el baldío detrás de la casa del Gerardo. Mamá lo descubrió cuando al pasar por allí le llamo la atención un olor muy feo que despedía el lugar y algo blanco que se veía al fondo del lote, Madre lloró mucho ese día por Palomo, y nosotros, naturalmente, también lo hicimos.
Dicen que fue La Doña bruja la que lo mató y nosotros creemos que sí, ya que es una vieja vengativa. Una vez mordió a uno de sus hijos y varios fuimos testigos de cómo lo amenazó de muerte. Ya desde esa vez sólo migajón le empezó a tocar al pobre perro.

miércoles, 11 de julio de 2007

EL CHICO


Hablaba con mi sobrina que tiene 15 años y me decía que para ella, el chico debe ser guapo y buena onda. En ese orden. Y me quedé pensando que a los 30 o más, las mujeres tenemos otra concepción de lo que debe ser "el chico".


Hablemos, por ejemplo, de cama. Debe ser bueno... ¿En qué sentido? En qué te haga gozar, retorcerte, gritar de placer... O bueno, porque entiende que un abrazo vendría bien después de o antes de... O bueno, porque te paga un buen hotel y te pide un vinito para que entres en calor. O aquél que te suba y te baja y te voltea y te destroza el cuerpo con tanta gana dentro. ¿Qué significa ser un bueno o un malo en el sexo? ¿Qué le pide una mujer de 30 a su hombre en la cama?


Ahora, también hay que ver con quien una mujer se acuesta a los 30. Las que son casadas y fieles de esas que son de la raza de las tradicionales, lo hacen sólo con sus hombres. ¿Cómo goza una mujer de 30 ya casada? ¿Se vive más intensa o más sexi en la cama con un hombre con el comparte el baño de la casa desde hace más de un año?


Y una casada de mente libre, que va encontrándose por la vida con quien le haga cosquillas y le quiera hacer olvidar de las estrías que le salieron con los dos embarazos. Ésta, que también tiene treintaytantos; goza con su cuerpo o mete su alma al jueguito de tener sexo que no sea con su marido?


Las que lágrimas y risas acompañan su existencia junto a alguien que tiene su esposa y sus hijos. Ellas, mis amigas de treinta, a dónde van? A comparar quién será mejor en la cama? O a aprender más para que la otra no les gane... A quién realmente se llevan? ¿Al casado o al hombre?


Y las solteras. Las que no detienen su marcha y las que piden y dan de más. Las que divisan a lo lejos el placer pero no se acercan porque lo quieren todo y entonces mejor lo piensan. Las que miran con ojos de lujuria y perdición mientras las toman de la mano o arden entre sus piernas cuando las miran con ternura. Las que abren su pecho y enseñan el corazón y no los senos. O las que mejor se dan antes de que se vayan a esconder con sus miedos y temores.


Ya mejor no hablamos de cómo nos gusta que se vista, cómo nos gusta que hable, cómo es que nos gusta que piense, que camine, que vaya, que regrese, que nos bese o que se entregue.


Aquí, yo que soy una de ellas, no sabría qué mujer (¿o cómo decían ustedes cuando tenían 15 años acerca de "la chica"?) ahora a sus treintas los pone sobre aviso. Sería bueno saberlo.

lunes, 9 de julio de 2007

UN AMOR PUDRIÉNDOSE POR LAS CALLES



Por Lorenzo Escalante y Joaquín Torres


Primera parte de nueve





I
La larga espera para que llegara el viernes, puso a Celso de mal humor, sin embargo, ya para la hora en que se encontraba refinándose unos tacos de lengua, la molestia empezaba a evaporarse igual que el humo que salía del plástico que cubría las carnes en la plancha. Bajó la mirada y vio al perro callejero merodear en busca de un trozo de carne que se hubiese caído. Celso comprobó que su malhumor se había extinguido cuando se dio cuenta que no patearía al perro.
El último sorbo al Jarrito de tamarindo, provocó el eructo que anunciaba como trompeta medieval, el inicio de la contienda, bastaba un buen ánimo y las referencias que le había dado su cuate el Tocatodo para hurgar en la tómbola de la noche. Tras pagar la cena, se restregó el papel estraza en la boca y se dirigió al parabús que va en contra flujo del eje central.

En la ventana de su asiento, se reflejaban los rostros de los pasajeros, que mostraban fastidio, hambre y cansancio, pero Celso iba más bien buscando otros rostros, no quería que fuera un viernes tirado a la basura. Trató de decidir rápidamente en qué esquina bajaría: en Garibaldi, cerca de Reforma para regodearse en la fauna de la plaza de Santa Cecilia, o más hacia la Latino, para adentrarse en las callejuelas del centro que ofrecerían otro panorama. En ese debate andaba cuando se clavó en la exquisitez del charro que se subió a cantar al bus, ataviado con un traje lustroso por los rayos del sol y un sombrero en fase terminal, entonaba paloma negra; su voz demolía los tímpanos, pero el dolor era auténtico cuando sonaba en tonos aguardentosos: “ya agarraste por tu cuenta la parranda”.
Celso volvió la mirada a la ventana y se percató que venía ya Garibaldi, así que agarrándose del tubo, se incorporó e hizo sonar el timbre para que se abrieran las puertas del camión. Esas puertas se abrían para darle paso a su suerte. Parecía que le daban la bienvenida a esa noche de viernes.

Lento su caminar por el exceso de taquechis, al compás del llorido de su estómago herido por la gastritis, regresaron sus pasos del cajón de sus recuerdos, donde de manera instintiva cruzaba este barrio, la plaza, los rasca tripas, las putitas disfrazadas de cantante de ranchero, quienes sólo cantaban arriba de un macho, y luego el mercado, el pozole del Bigos y las quecas de doña Francis...”Qué rápido viaja mi cabeza” masculló casi en silencio el Celso, como si estas palabras fueran acelerador vinieron otra vez las andanzas, dónde se había quedado...el burlesque, La cabaña, donde la Marce hacia faquirismos, amarrada dando vueltas en una tabla de tiro al blanco, mientras soldados ebrios subían a la pasarela con la firme intención de metérsela por todos lados como cuchillos, -“Qué proezas”- rezongó la mente del Celso.

De frente su caminar, seguían el mismo paso sus recuerdos, cuando encontró “La Navaja”, antro de baja nobleza donde no regresaban el cambio, fue entonces que se le atravesó la imagen del Titíco, la cual le hizo sonreír maliciosamente, Seguramente no debió parecerle muy gracioso a este compa cuando después de pagar su chela recibiera de cambio un -“mejor llégale a la verga”; “Ja!, qué culeros” pensó, y siguió su camino como llevado de la mano de Dios, en el fondo se escuchaban gritos y algunos retazos de canciones promocionadas en Cidis piratas, orgullo del antiguo San Juan de Letrán
“...que nunca pruebe licor...” y así andando se fue contando ambulantes mentalmente, haciendo cuentas de lo que dejaría ser padrote de todos ellos, en esas estaba, cuando se topó al Guzmán, curioso mote que no terminaba de ser ni nombre ni apodo.
-¡Qué transita Cels!, ¿qué haciendo?
-Acá buscando pelea compa, ¿y usted?
-Iguanas, qué ¿le caemos al treinta y tres?
-¿Qué no fue en esa periquera donde al Lorenz se lo andaba ligando un joto, que del miedo pago toda la cuenta?
-Sip, pero no pasa nada, ya ves como es de puto, a ver si hay alguna putita a quien meterle mano.
-¡Seguro!, alcanzó a decir a medias el Celso, porque ya el Guzmán había arrancado hacia el putero, ¡seguro! se repitió el Celso, será lo que Dios quiera y siguió al Guz.

La noche empezaba a enfriar y el viento trajo otro pedazo de canción que terminaba o empezaba con “quieero que vengas a mí, yo necesiiito de tí”
De frente al treinta y tres está el Blanquita, teatro que hizo famoso al Resortes y donde Lyn, con un movimiento de culo hacia que más de uno se viniera en seco, ¡qué tiempos!, se dijo Celso, mientras abriendo las puertas de par en par se recreó la pupila observando todo, era temprano y sólo había dos o tres parejillas de putillos al fondo. Se fueron a sentar cerca de la barra, Guzmán no desaprovechó la ocasión para acercarse a la rocola, fue hasta entonces que el Cel se dio cuenta que no había música en el ambiente; una voz ronca que preguntaba –qué les voy a traer,- lo sacó de esa especie de trance, del cual no pudo salir totalmente, antes que otra voz conocida contestara: -tres vickis, no compa,- vaya, si era el bandota.
-Qué pachó bandota.
-Rolando compa y qué con el Guz, según estaba poniendo rolas y mira ya se quedó con el del bigotito, -para eso me gustabas-, le gritó el Bandota al Guz, quien como si fuera descubierto del prepucio, se puso rojo.
-¡Qué onda bandota te fuí a buscar a la Frater!, se acercó voceando el Guzmán.
-No mames yo nada más de lunes a viernes, ya andas viendo a quien mojarle la cola verdad putito.
-Nel estaba viendo quien me pagaba la peda, pero ya llegaste.
-¡La verga qué!, no cojo putos.
A Celso todo esto le llegaba como de muy lejos, como si todavía estuviera en el eje.
-Qué pachó mi Cels, trae algo arriba verdad, clamó el Bandota.
-Nel, lo que pasa es que ver tanto puto me apendeja, pero ya se me va pasar ahora que te me quites de enfrente.
-Se me hace que a usted también le gusta que le midan el aceite, descargó casi inmediatamente el Bandota como si disparara con la lengua, y a Celso le pareció ver a alguien diferente atrás de esos disparos verbales, “todo se pega nada más con juntarse…”, iba a contra atacar, pero fue interrumpido por el mesero, quien sentó la cubeta con las chelas en la mesa y abrió ese abismo que existe en la realidad cuando las presentan bien frías. En el fondo, pero muy en fondo se dejaba escuchar de la rocola“...esa mujer, que tiene corazón de papel...”

Gracias a que el bandota se levantó de la mesa para ir a la rocola a buscar un “blusecito” que jamás iba a encontrar, Celso se quedo sólo por un instante y entre las notas musícales de los terrícolas, buscó dentro de la bolsa de su saco y sintió la carta que conservaba de la flais. Con solo sentir la hoja doblada, su mente proyectó el sobre color verde limón en que le fue entregada la misiva aquel día lluvioso, también pudo ver con el puro tacto, los ojos chispeantes de la flais, esos ojos que siempre parecían preceder una travesura. Lentamente con la otra mano, llevó la Victoria a su boca y bañó el cogote acompañando esa imagen celestial de la flaca, con el sabor de la cebada. Planeaba extraer la carta y leerla por enésima vez, recordaba el inicio: “Querido Celso, excelso”, (siempre celebró ese juego de palabras que ella hacía con su nombre, pero “Celso, pervelso” era su favorito). Antes de que materialmente, sacara la carta del saco, lo devolvió a la realidad el sentón que se dio el bandota en la silla.
-Pinches rocolas, no tienen rock, sólo sus mamadas de Los Caifanes o Fobia, pero ni madres que pongan música de a devis-
Al Celso le costó trabajo aterrizar en el antro de nuevo, a pesar de su habilidad mental, no atinaba a decir nada, seguía con la flais atravesada.
-´ta cabrón- dijo para salir al paso en la charla.
-no te hagas wey, cels, si a ti te late pura onda fresa, el rokcito para putos en el mejor de los casos, porque luego sales con cada mamada, como esa de los ángeles negros, como se llama, ah chinga, se me olvida...
-Debut y despedida, wey, así se llama, es que no te clavas en lo autentico de esas rolitas de antaño, en lo poético de una frase como “soy como un contrato que se archiva, una noche de debut y despedida”, te regodeas en tu música infernal.- Celso ya carburaba otra ves en el contexto del antro, se dio cuenta al percibir como fluían sus palabras con soltura. La imagen de la flais ya se estaba yendo, como la chela que se agotaba.
-Mejor, destápate otra vicky, bandota. Deja de quejarte, que la música es chingona sin importar el género, por cierto, ¿y el Guzmán?

jueves, 28 de junio de 2007

YO TENGO MEJOR CUERPO AHORA QUE A MIS VEINTE


Será porque lo conozco más y lo quiero como si fuera nuevo.

Hace más falta que lo toquen pero no que lo malluguen como antes, en la que las manos me amasaban a punto de meter al horno mi maltrecha carnita.

Tengo más cintura que a mis 20 pero mi piel vive con más intensidad y sabe como ir subiendo de tono aunque pese yo más de 50 kilos.

Me pongo cremita todas las mañanas y lo veo con más fiereza y bondad. Dice que lo tengo abandonado y es verdad. Cuando lo toco, siento en su sequedad que está un poco enojado conmigo. Dice que le consiga calor y neblina. Dice que quiere correr otra vez por cielos que no son azules sino brillantes.

Me revienta tener que verlo sufrido y sin sabor. Ya sólo huele al perfume que, por cierto, se me terminó hoy por la mañana.

Si hay que estar firme y rebozante para recibir otro cuerpo, me declaro culpable. Hoy apenas voy despertando y tocándolo para que reciba una bienvenida cálida, primero, con mis manos y luego con un poco de apapacho que le proporcionen.

Eso sí, por sus poros es más gozoso y más entusiasta. Alguna vez supe que mi cuerpo vivía conforme mi corazón latía. Anda un poco apagado hoy, por cierto. Espero que no tarde mucho para prender la luz y vea que aún hay mucho que hacer con él.

Se queja mi cuerpo y se queja mi piel. Me grita ayuda de una manera un poco "acnidiana". Apenas le voy escuchando su queja porque ni siquiera quería acercarme a él.

Hoy lo vi en el espejo y no, no tengo mal cuerpo. Mi forma la hago desde el fondo de mis ganas y de la sensación que me despierta este amanecer.

Si a eso le agregamos un baño caliente y un agua que me limpia de adentro hacia afuera, no queda duda que es entonces cuando se aviva y se refresca.

Hoy nos hemos perdonado. Hoy acepto que lo he abandonado. Que no le he escuchado aunque se ha puesto cada vez más bravo y más avispado. COn razón me reclamaba!

Y hoy que lo vi, con los brazos más aguados, con las nalgas con estrías, con las piernas varicosas y con su panzita in crescendo; mi cuerpo está mejor que a mis veinte... Y hay que saber por qué!

miércoles, 27 de junio de 2007

CON SALIVITA


Por Lorenzo Escalante


-¿Sabes olvidar?-. Escuchó decirle como silbido, que puede significar desde una mentada de madre, hasta un piropo.
-¿A poco el olvido es algo que se aprende, qué no es algo que depende del corazón?
- No, bueno, no sé, a mi me cuesta trabajo dejar pasar las cosas, lo curioso es que mientras más pienso en eso más me olvido.
- Oye Lorenzo, ¿no será que me quieres decir otra cosa que no tiene que ver con este palabrerío?
- No, bueno, no sé- Dijo Lorenzo mientras se calzaba los calzones largos con motivos infantiles que tanto le gustaban, y al mismo tiempo quién sabe por qué le cruzó la imagen de algo que lo devoraba.
-¿Sabes Paty?, a veces cuando más nos amarramos a alguien, cuando ya no funciona, su imagen se pudre con nosotros mismos y su fantasma nos habita como una especie de maldición.
- Oye wey, ¿pero qué tiene que ver eso con que no se te haya parado bien? ¿qué ya se te olvido como hacerlo?
- No, no mames, no es eso.
- Entonces, ¿qué es, que puta es, que tiene que ver el olvido con la falta de endurecimiento de tu verga?
- ¡Oye, ya, sólo pensaba!. Ahorita que pasó todo esto…Cómo decirlo…, a veces pienso que es un odio muy grande que traigo adentro.
Patricia se metió por el brassier lentamente como esperando que Lorenzo, bueno, su pito reaccionará como acababa de reaccionar su cabeza con tanta pendejada.
- Lorenzo: Si ya no me quieres ver o no te gusto, pues dímelo, más vale a tiempo, porque yo a ti te quiero. El escuchó eso como un monólogo y se preguntó como las mujeres podían prenderse de un hombre en poco tiempo. Por su parte no sabía que quería, si le gustaba o no o si sólo no podía dejarla pasar.
- ¡Que no es eso!, sólo que a veces no sé lo que me pasa y además ando en una mala racha, pero sí quieres ahorita mismo lo volvemos a intentar, ya no te vistas.
- ¡No cabrón, no se trata de coger, se trata de lo que sientes en tu pinche cuerpo, de lo que sientes por mi , por nosotros, para coger hay bueyes mas buenos, no mames!
-Ya mira, ya estuvo, tú me gustas, no te quiero pero me gustas, sólo que a veces me da la impresión de que estás muy clavada y yo… Pues me siento mal, con culpa por no corresponderte.
- Oye buey, ¿y quién te dijo que los sentimientos de dos personas corren al mismo tiempo?
- Nadie, pero es algo que yo siento, bueno, pero ya estuvo.- Fue lo ultimo que escucho decirle, mientras lenta pero con convicción tomaba de las copas del brassier para comer de las tetas de ella, bueno, casi fue lo ultimo, porque segundos después le susurró al oído: “chúpamelo, ¿sí?, pero con mucha salivita. ¿Sabes? me gusta como me la mamas”.

martes, 26 de junio de 2007

LLUVIA



Por Lorenzo Escalante



Lunes
Anoche siguió lloviendo y como si fuera al parejo de la lluvia seguí soñando monstruos.
Ya no recuerdo la primera vez que tuve mi primer sueño espantoso, por que regularmente y de tiempo en tiempo tengo sueños horrorosos. Recuerdo de los primeros que me angustiaban. Uno donde ahorcaba y aventaba a mi madre a un pozo, otro donde caía un avión cerca de mi casa destrozando todo a su caída, o cuando he soñado que emerge mierda por todos los lados de mi casa.

Martes
En la tarde fui a ver una mierda de película en donde la mayoría de los personajes no se tenían el menor respeto, me salí casi a la mitad del filme, enloquecido, lleno de rabia y angustia, sentía indignación, especialmente de un personaje muy grotesco que era bebe y a la vez adulto.
Ya no recuerdo cuando fue mi primera mi humillación, solo se que algún día me salieron unas vejiguillas en las rodillas por un imbecil que me aventó a un bracero y que así también perdí mi primer pantalón de gabardina.

Miércoles
Anoche siguió lloviendo y seguí pensando en como me he dejado hacer, por cierto vino Ana a verme y a coger conmigo, a ella le gusta sólo ponerse y no mueve un dedo a la hora de hacerlo, me canse mucho y no logre una buena erección, he estado pensando en mandarla a la chingada, ya no me interesa hacer uso de su cuerpo sí ella no lo hace del mío.

Jueves
Sigue lloviendo, me desperté con un pedazo de mierda en la lengua, estaba yo soñando que empezaba a golpear a un hombre que de pronto se transformaba en mi padre una forma viscosa, después empezaba yo hacerlo con otra persona que se transformaba en otra y yo no me podía contener y justo cuando me daba cuenta de esto, empezaban a llover suciedades del cielo.

Viernes
Yo se que no van a dejar de llover chingaderas, pero también sé que ya no me voy a dejar hacer, aunque no deje de llover, aunque la mierda no desaparezca.

lunes, 25 de junio de 2007

ENAMORADA A MIS TREINTA AÑOS




Hoy suelto mis treinta como pa´que los vea yo por donde van. Y con ellos, la luz, aquella que emerge desde mi pie izquierdo y sube hasta mi canita plateada de mi pelo encrispado...




No soy casada.

Mis tías, las de aquí, me dicen que ya me apure porque sino, ya no voy a conseguir novio pa´casarme.

Las de allá, dicen: "ta´bien, mija. Diviértete, vístete, comprate, viajate".

No hay para dónde hacerme.

Y yo, muy oronda mientras tanto, me paseo entre nubes con un muchachito que siempre se muerde su labio cuando me mira. Y, auch! me calienta con sólo verlo. Pero no el cuerpo, que, dicho sea de paso, ese ya está que hierve. No, lo que me calienta es el espíritu.

Porque a mis treinta, yo ya sé que puedo subir y puedo bajar. Y también entrar y salir, pero no quedarme. Quiénsabe por qué pero no me detengo hasta que a mi paso sale una palabrita hecha miel o bien, compañías con ideas que me exciten desde dentro...Y eso no es tan difícil de hacer.

Yo no me hago tonta porque bien que me gusta que muerdan su labio cuando me ven, como ese chiquillo que tiene una chamarrita desde donde se ve que se muere de frío...¡Si tan sólo se acercará un poquito a mí! Pero no, el maldito escuincle se muerde su labio y se me escabulle como temiéndome. ¡Pendejo! Eso que se los deje a los de treinta que parece que si uno les opina, cuestiona o comenta; ya es hora de agarrar los chones y vámonos!!!!!!

Por eso compro mi jugo todas las mañanas en el mismo puesto de siempre, para verle mover sus brazos cargando los sacos de zanahorias de quinta y naranjas de segunda; aunque para mi que guardan esperanzas porque están repesados! No estaba en eso, siempre me pierdo en estupideces.

Unos creen que a los treinta ya no te puedes enamorar porque te casas con esa persona. ¿Quién habrá sido quien dijo esto? Al menos, en el último año me he enamorado del que pone su auto junto al mío en un alto, del que me toca el hombro para decirme que avance en la fila del banco; del que me encuentro cuando voy al cine sola... Y un sinfín de hombres que ya tienen cara y labios de más de treinta. Entonces, ¿quién dice que si me enamoro a los treinta, me caso?

Para eso, para eso se necesita llevar pala y pico porque sino, no entran en mi cabeza; mucho menos en el centro de mi estómago donde guardo la emoción, la excitación y la ternura. Y ahí pueden llegar el amigo de mi sobrina que dice que no se me ven mis años sino mis experiencias, aquel amigo al que le gustan mis amigos y aún así dice que si fuera buga, ya nos habríamos casado; el que tiene miedo de vivir junto conmigo y el que analiza demasiado la posibilidad y por eso se la vive en la costumbre y la monotonía.

Yo, mientras ya me compré mi jugo de apio y rábano. Bueno para el verano y bueno para calmar la mente inquieta.

jueves, 3 de mayo de 2007

LA VIDA DE LOS QUE TENEMOS TREINTAS

Bien. Pues henos aquí dando entrada a un asunto que aún no sé cómo de qué se va a tratar pero eso sí, será pa todos mis amigos los treintañeros!!!!